UN ENFOQUE HOLÍSTICO PARA TRATAR EL DOLOR CRÓNICO CON KINESIOLOGÍA

¿CUÁL ES LA CAUSA DE LA ENFERMEDAD?

Una de las formas de entender la enfermedad es creer que se produce por azar, por mala suerte, por una situación que “le puede tocar a cualquiera”. Quizás esta forma de pensar se ajusta a los criterios médicos dominantes, en que los hábitos de la persona poco o nada cuentan a la hora de recuperar la salud. Es frecuente encontrarnos en consulta personas que hablan en estos términos, como si las enfermedades cayeran del cielo y sin sentirse en absoluto responsables de lo que está pasando en su cuerpo. También está extendida la creencia de que vejez es sinónimo de enfermedad y que muchos de nuestros males se achacan a la edad, sabiendo que no es así, ya que hay muchas personas con edad avanzada y buena salud.

Gracias a la naturopatía y a las medicinas más integrativas, poco a poco se está tomando consciencia de la importancia del estilo de vida en la salud. Poco van a hacer los fármacos por nosotros si no somos capaces de revisar qué nos está diciendo la enfermedad.

ESTAR ENFERMO O TENER UNA ENFERMEDAD

Si lo que le pasa a nuestro cuerpo es el resultado de lo que vivimos, está en nuestras manos conservar un buen estado de salud. Algunos autores nos hablan del significado de las dolencias a nivel simbólico, por ejemplo, un dolor que no permite dar ni un paso, nos puede indicar que hay un bloqueo físico y mental. Pero aún podemos profundizar un poco más. Hay algunas patologías crónicas que acaban definiéndonos y cuando la persona percibe que esa definición le da significado a lo que siente, puede decidir, de forma inconsciente, quedarse en ese estado. Todos hemos oído decir: “soy diabético”, “soy hipertenso” “soy hiperactivo” “soy depresivo” … Cuando una enfermedad forma parte de lo que somos la curación se hace muy difícil.

Nuestro estado natural es la salud, con desequilibrios puntuales, malestares, cuadros agudos, pero siempre con la capacidad de volver al equilibrio. Un signo de nuestro tiempo es la cronificación de las patologías y la normalización de que esto sea así.

En este contexto, la persona que sufre dolor crónico tiende a resignarse a vivir con este dolor. Actualmente el diagnóstico es como un destino, tal enfermedad tiene tal pronóstico, sin atender a las diferencias individuales y al potencial interno de cada persona. Cuando alguien nos dice “tengo dolor crónico” mentalmente está reafirmando que su dolor se va a mantener siempre. La solución es mantener el dolor en ciertos límites y esto se consigue a base de fármacos que normalmente no ayudan a mejorar el estado general de salud de la persona, sino que más bien le perjudican.

El dolor es algo sumamente subjetivo. Un médico cirujano de guerra llamado Beecher que atendió a los soldados en la segunda guerra mundial afirmó “La creencia habitual de que las heridas están asociadas inevitablemente al dolor, y que como mayor sea la herida peor será el dolor, no parece sostenerse a tenor de las observaciones realizadas en la zona de combate” (Beecher 1959). La explicación de que soldados gravemente heridos no necesitaran calmantes con heridas que normalmente se trataban con fuertes analgésicos, se debía a que los soldados habían temido morir y el dolor les recordaba que estaban vivos, para ellos sentir dolor era una experiencia positiva.

Por tanto, nunca hay que juzgar si la patología que presenta alguien se corresponde con su experiencia personal del dolor. Podemos encontrar casos en los que ninguna alteración estructural explica el dolor que siente la persona o bien que la alteración es muy leve pero el dolor es muy intenso. No entraremos a evaluar la relación entre gravedad y dolor. Siempre será necesario tratar ese dolor, sea cual sea la causa que lo produzca, dando herramientas para la gestión de la situación. Hay que incidir en varios ámbitos, en la introducción de hábitos de vida saludables y con una intervención emocional ayudando a que la persona vea ese dolor como algo pasajero, que ni le define, ni le proporciona ningún beneficio.

UN DOLOR CRÓNICO QUE DEJA DE SER CRÓNICO

A continuación, presentaremos el caso de Carmina, una mujer que nos consultó derivada de su traumatólogo. Su petición era para que la ayudáramos a perder peso, ya que tenía dolor crónico en pies y rodillas que le impedía desplazarse. El diagnostico era de artrosis, pero el dolor que ella sentía no mejoraba, por lo cual el médico le aconsejo perder peso.

Los tratamientos para el dolor que había seguido le proporcionaban una leve mejora. Por lo normal no podía andar más de diez minutos, ya que el dolor aumentaba y tenía que descansar. Numerosas pruebas médicas no daban ninguna explicación a un dolor crónico tan limitante.

Siguiendo su petición nos centramos en equilibrar sus hábitos alimentarios. Desde la Kinesiología y la Naturopatía, siempre trabajamos observando todos los aspectos que pueden tener influencia, ya que nuestro enfoque es holístico.  Empezamos analizando su nutrición, la calidad y cantidad de alimentos y seguimos con los aspectos emocionales y psicológicos que había vinculados a toda la problemática.

Analizando sus hábitos descubrimos que, además de un sobrepeso importante, su alimentación era muy inflamatoria, lo cual propiciaba que en general su organismo estuviera en un estado de inflamación de bajo grado.

INFLAMACION DE BAJO GRADO

Es muy común en la actualidad encontrar este tipo de terrenos orgánicos, donde se produce una activación de los componentes inflamatorios del sistema inmunitario. Aunque no haya una razón aparente para que se activen, la persona va sufriendo “pequeñas” inflamaciones que se normalizan. Aparece el dolor articular, pequeñas infecciones, falta de energía, dermatitis o eczemas, problemas digestivos y una florida variedad de signos leves que se tratan con antiinflamatorios y parece que mejoran.

Carmina es una mujer de 56 años, con sobrepeso, vive sola, tiene actividad social pero no se mueve mucho, es maestra y le gusta su trabajo. Nos dice: “Desde hace unos años he empezado a envejecer y todo se me va estropeando, no puedo bajar de peso, ya tengo dolor crónico como mi madre y me siento cansada.” Sin darse cuenta Carmina había descuidado su salud y había normalizado los trastornos que estaban apareciendo. Cumplía con todas las características que empeoran la inflamación de bajo grado: sobrepeso, por malos hábitos alimentarios; sedentarismo, por el dolor que le limitaba el movimiento; ansiedad y estrés, por las molestias que sufría que no le permitían desarrollar bien su trabajo y problemas intestinales, por una disbiosis que constituía el foco principal de la alteración de su sistema inmunitario.

A través del test de intolerancias alimentarias que hacemos en kinesiología nutricional determinamos qué alimentos debía retirar de su dieta, adaptamos unos buenos hábitos alimentarios a su tipo de vida, para que el cambio nutricional fuera fácil para ella, y le propusimos empezar a caminar y moverse todo lo que su situación le permitiera.

 

CAMBIANDO HABITOS

En las dos primeras semanas observamos un cambio importante. Empezó a bajar peso y algunas molestias leves, como las asociadas a la digestión, mejoraron. Ella era consciente que estaba empezando un cambio permanente en su vida. No se trataba de hacer una dieta y al llegar al peso deseado volver a sus antiguos hábitos. Estaba resuelta a cambiar su estado de salud.

Para el dolor conseguimos pasar de los fármacos a productos naturales que no desequilibraban su sistema digestivo. Pero el cambio importante se produjo cuando trabajamos lo que en kinesiología llamamos “reverso”. En esta técnica la persona afirma que quiere curarse, que puede, es capaz y merece de estar sana. Si a través del test de kinesiología se detecta que hay dudas en lo que afirma, le ayudamos a que tome consciencia y que explore todos los componentes psicológicos y emocionales que hay vinculados con su dolencia.

Con Carmina trabajamos con esta técnica psicológica durante algunas sesiones, juntamente con todo el cambio de hábitos alimentarios, la rutina del ejercicio diario, y complementos naturales antiinflamatorios como la cúrcuma y la boswellia. Como resultado empezó a perder peso, disminuir la grasa corporal y mejorar su inflamación, y con todo ello… el dolor de sus pies desapareció. Cuando percibió que su dolor crónico se convertía en un dolor pasajero que podía mejorar, se dio cuenta que los cambios que estaba haciendo podían dar un resultado positivo. A nivel general en otras articulaciones tenía algunas molestias, pero ella misma estaba sorprendida que pudiera caminar durante periodos largos sin necesidad de descansar.

Después de seis meses de hábitos saludables y de su trabajo personal, físicamente se percibía un cambio notable. Todas las cosas que hizo seguro que le ayudaron, pero trabajar desde la consciencia que ella podía liberarse de ese dolor crónico, bajo mi punto de vista, fue determinante para potenciar su mejora. A partir de ese momento Carmina se responsabilizó de su bienestar y adquirió conocimientos sobre las cosas que le mejoraban y las que le perjudicaban. Lo más importante en este caso es que se dio cuenta de que ella misma es un elemento activo en el mantenimiento de la salud.

 

Marta Rico, psicóloga, kinesióloga y naturópata, profesional de “Integral, Cooperativa de salud”

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