¿Madre o canguro?El reparto de las tareas en el cuidado de los hijos

A veces los deseos que anidan en los repliegues más íntimos de una persona van acompañados de miedos que provocan inseguridad. El miedo impone un modo de arreglárselas con los quehaceres. Cuando el miedo dirige tal vez algún deseo quede de lado y la persona afectada se encuentre llevando a cabo labores no deseadas que le inducen malestar. Si la situación persiste la persona puede producir síntomas como ansiedad o insomnio.

Para ilustrarlo, relataré un resumen del trabajo psicoanalítico realizado por una mujer madre de tres hijas a la que llamaré Teresa.

El caso de Teresa

Hace un tiempo que Teresa apenas duerme. Al principio no sabía que le ocurría para no poder dormir, después descubrió que era tal el miedo a despertarse y no volver a conciliar el sueño que el mismo miedo le impedía dormirse. Había empezado un tratamiento homeopático y decide realizar también un trabajo psicoanalítico para aclarar qué le sucede.

Cuando la recibo dice estar muy ansiosa, sobretodo le obsesiona el miedo a no poder dormir si se despierta a media noche. Ante mi pregunta ¿A qué despertar tiene miedo? no sabe que responder. Le sorprende no tener ninguna respuesta pero le sorprende aún más que ni siquiera se le hubiese ocurrido planteárselo, pues ella se concibe como una persona con una alta capacidad de eficacia. Me intereso por su situación personal de la cual dice estar muy contenta con su familia. Deseaba tener una familia.

Cuenta que era muy feliz de joven. La primera vez que recuerda haber sufrido fue cuando buscaba pareja para fundar una familia. No fue fácil, tenía miedo de no conseguirlo ante los primeros intentos fallidos, pero ahora tiene tres hijas maravillosas y un marido que la quiere, por eso no entiende que le ocurre. En lugar de disfrutar de su familia sufre y ya no puede más.

 

El trabajo terapéutico

Mi trabajo consiste en ayudarla a descubrir que le ocurre. Lo primero que hago es preguntarle cómo se las apaña para echar adelante a la familia y el trabajo. Dice sentirse agobiada por la cantidad de tareas que le ocupan toda la tarde y no le queda tiempo de jugar con sus hijas. Tirando de ese hilo, y sin dar nada por supuesto, la situación que apareció fue la siguiente: Teresa trabaja en jornada intensiva y por la tarde se ocupa de las niñas junto a una canguro. ¿De qué se ocupa exactamente Teresa? Resulta  que se ocupa de un montón de tareas que las vive como obligaciones ineludibles. ¿Y la canguro que hace? Juega con las niñas. Cuando le pregunto si es posible organizarse de otro modo Teresa responde con un no rotundo. Me intereso por los motivos de esa rotundidad y alude que ha tenido mucha suerte con la canguro porque conoce a sus hijas desde que nacieron, las quiere mucho y las trata con mucho afecto. ¿Y, tú cuando puedes jugar con tus hijas? Después de un largo silencio dice quizás deba pensarlo.

Durante unas sesiones el tema principal es averiguar cómo puede arreglárselas con las “obligaciones ineludibles” que dice no poder dejar de hacer. Los argumentos que va presentando se le caen por su propio peso. Cuando ya no le queda ningún argumento en pie, expone a su marido que desea disponer de tiempo para jugar con sus hijas. Tras algunas conversaciones, ambos toman la decisión de realizar un cambio en la organización doméstica pues la pequeña ya va a la escuela.  Consideran que ya no es necesaria una canguro sino más bien alguien que se encargue de las tareas domésticas por la mañana. Por la tarde Teresa y su marido se cuidaran de las niñas. Unas semanas después de efectuar ese cambio duerme bastante bien y sigue con el tratamiento homeopático.

 

Interpretación y solución del problema

Para Teresa ha sido un cambio necesario pero muy complejo de llevar a cabo ya que no podía ni pensar en prescindir de la canguro. Para ella, quitar a la canguro, era como dejar a las niñas sin madre. ¿Sin madre? Teresa sin darse cuenta, había ido delegando el cuidado maternal a la canguro y ella se había quedado con las tareas. ¿Cómo podía haberle ocurrido eso con las ganas de ser madre que tenía? Como ya he adelantado el miedo ha jugado un importante papel.

Cuando Teresa tuvo a su primera hija sintió una responsabilidad muy grande. De ella dependía la vida de su hija. No podía fallar. Ya no era ella sola, ahora tenía una responsabilidad, llevar a su hija adelante. Tuvo la suerte de encontrar a una canguro que estableció un vínculo afectivo muy estrecho con la niña. La tranquilizaba sentir que su hija estaba en buenas manos mientras ella trabajaba. Con el tiempo llegaron las otras dos hijas y la dinámica familiar siguió sin más. Un día su hija pequeña le dijo “mami tu no, la Ana”. Le dolió tanto sentirse rechazada, que ahora se da cuenta que a partir de ese momento no pudo dormir más. Ahí quedo localizado el origen del insomnio. ¿Cómo Teresa interpretó ese rechazo? Tuvo la sensación de ser rechazada como madre. Mientras lo relataba le pregunte como se había manejado con las responsabilidades maternas des del principio. En ese momento entendía que cuando tuvo a su hija mayor, se dejó llevar por el miedo a fallar como madre. Pensó, sin pensar, que la canguro lo hacía mejor que ella y se refugió en las tareas domésticas. Cuando nacieron las otras dos hijas fue más bien por la inercia y la comodidad. Ahora comprende que sin proponérselo dio a la canguro su lugar de madre del cuidado y del juego sin concederse la oportunidad de aprender.

Así es como encontró conformidad con su deseo. Para ello fue necesario en un primer momento reconocerle su sufrimiento y mirar la ansiedad y el insomnio como probables soluciones en lugar de algo a eliminar, pues gracias a ellos pedía ayuda para investigar que le sucedía en lugar de seguir sufriendo. Ese modo de enfocar el tratamiento permitió situar a Teresa en un lugar de dignidad desde donde reordenar retroactivamente los acontecimientos vividos como madre, otorgándoles la necesidad de asumir el quehacer materno. Así se libró del miedo que dirigía sus pasos para tomar de la mano el deseo que la impulsaba a llevar a cabo su maternidad con la alegría de jugar con sus hijas mientras crecen.

Valoración final

En general los síntomas movilizan a pedir ayuda por las molestias que causan y es clave la perspectiva desde donde se mira la demanda de ayuda. Si esa petición de ayuda es acogida para descubrir los entresijos de los síntomas, entonces, se abre la ocasión de llevar a cabo una lectura. Lectura de la cual emana un saber subjetivo, aquel que está escrito en el libro particular de cada persona, del cual sólo existe un ejemplar que ofrece las coordenadas necesarias para realizar el trabajo interior que lleve a ocupar un lugar acorde con el deseo como en el caso expuesto.

La tarea de leer en el propio libro, por contradictorio que parezca, precisa de la ayuda de otra persona porque lo más íntimo frecuentemente se presenta en la experiencia como lo más ajeno. Esa característica, sitúa en posición de depender de alguien que sepa ayudar a leer y por supuesto contradice el ideal de independencia personal vigente.

 

Rosalina Sicart

Pedagoga y Psicoanalista