La ansiedad y la angustia se sienten en el cuerpo. Algunas de sus manifestaciones corporales son temblores, sudoración, palpitaciones, mareos, opresión en el pecho.
- ¿Sientes opresión en el pecho?
- ¿Te sudan las manos cuando se acerca a ti el chico o la chica que te gusta? ¿Por qué sólo te pasa con esa persona?
- ¿Enfermas hasta el punto de coger la baja cuando estas a punto de lograr el reconocimiento profesional que anhelas?
- ¿Te paralizas sólo de pensar que estas a un paso de conseguir aprobar las oposiciones para las que tanto te has preparado?
- ¿El malestar generalizado o un fuerte dolor de cabeza te captura los fines de semana?
Si has leído hasta aquí te habrás dado cuenta de que la ansiedad y el deseo están íntimamente ligados.
Las personas somos contradictorias. Nos defendemos de lo que más deseamos sin ser para nada conscientes de ello. Lo argumentamos con buenas razones:
- Este chico o chica no es adecuado para mí porque…
- No, no prepararé las oposiciones porque total de interina ya tengo trabajo
- Viajar para ir de vacaciones, que va, aquí ya estoy bien
- Las comidas familiares son un rollo, yo no iré más
Estas razones, entre otras, sirven de excusa para evitar realizar el propio deseo. Deseo que se puede posponer sin ningún límite.
Pero la culpa de la renuncia a propio deseo la atribuimos a los demás o a las circunstancias. Cuando en realidad la razón es interna, es decir, la persona no se responsabiliza de lo de lo que realmente quiere.
¿De qué sirve posponer el deseo?
Sirve para evitar la ansiedad o la angustia que el deseo ocasiona. Pero también, se puede usar para descubrir lo que realmente se desea. Por ejemplo, si ante tres posibilidades se pospone una, ésta será la que más se desea.
Es probable que se necesite ayuda cuando en el proceso de toma de decisiones se presentan dificultades que conllevan sufrimiento reiterativo.
Rosalina Sicart, psicoanalista y pedagoga.