¿Qué entendemos por comunicación? ¿Y por comunicación “clara”? ¿Cómo nos afecta el volumen de la voz, el tono, las palabras, la expresión y gestos del otro…? ¿Qué sentimos cuando las palabras no se corresponden con los gestos? ¿Somos conscientes de lo que transmitimos realmente?
Partimos del concepto de comunicación (verbal y no verbal) como herramienta indispensable para las relaciones, y consideramos las relaciones como un importante factor de salud en nuestras vidas.
Cuando nos comunicamos transmitimos información, pero, ¿cómo podemos saber que la información que llega se ajusta al máximo a la que queremos hacer llegar? En este punto nos queremos centrar en la “claridad” del mensaje.
Para que un mensaje sea “claro” es necesario que la persona que lo transmite tenga claro no sólo el contenido del mensaje (por ejemplo: “el sábado quiero ir a la playa”), sino también el contexto emocional propio y de la persona a la que se lo transmite, por ejemplo: “ya sé que estas atareada pero luego no me voy a acordar; el sábado quiero ir a la playa”. Hace falta tener en cuenta siempre que la persona que lo recibe hace su propia traducción y que, más a menudo de lo que creemos, no se ajusta a lo que quería hacer llegar.
La comunicación es una herramienta compleja y rica que, sin claridad, nos lleva a malos entendidos y discusiones no deseadas… Cuando hablamos de “claridad” queremos hablar de: ¿cómo estoy yo emocionalmente? ¿conozco en algún grado cómo puede estar el otro? el lugar y el momento, ¿pueden influir en la información?… Cuando decimos algo y vemos que la reacción del otro no era la esperada me puedo preguntar varias cosas: ¡que palabras he usado, el tono…si el otro me escuchaba o estaba centrado en otras cosas, si es un tema de falta de interés…y, por supuesto, tener en cuenta que el otro puede NO querer comunicarse!
Aunque puede parecer complejo, es algo que hacemos constantemente. Aquí queremos plantear que, el intentar CLARIFICAR en la comunicación nos ahorra mucha energía en discusiones, expectativas frustradas y malestar que repercute directamente en nuestra salud en general.
El caso de Iván
Iván (nombre ficticio), 49 años, casado, con un hijo de 14 años. Viene a consulta por unos ataques de ansiedad que agravan una enfermedad crónica respiratoria. Comenta que en los dos últimos años trabaja menos horas debido a esa enfermedad y eso ha tenido un efecto negativo en la familia, en concreto con su pareja que está muy preocupada por la pérdida de calidad de vida. Agradece a la empresa que le haya dado flexibilidad para adaptarse a los diferentes momentos según su salud.
Se describe como una persona muy responsable, puntual, exigente y perfeccionista. Dentro de lo que su salud le permite hace lo máximo que puede y “un poquito más”, según dice. Lo que más le molesta es la “incomprensión” de su pareja. Desde que enfermó empezaron a discutir más y en los dos últimos años la cosa ha llegado a un punto de plantearse la separación. Teme la hora de llegar a casa y está pendiente de la expresión de su pareja para comentar cualquier cosa.
Necesita aclararse para decidir si dejar su relación (no le ve otra salida) pero, por otro lado, no quiere irse hasta que su hijo sea mayor de edad.
Trabajo terapéutico
En este caso Iván aporta sus experiencias más significativas y en ellas intentamos ampliar la información vivida: actos, palabras, emociones… y sus consecuencias. Al poner el foco desde la distancia que da el tiempo y desde un espacio seguro como debe ser el terapéutico, nos permite analizar con detenimiento los cambios que son imperceptibles en el momento de vivirlo. Nos centramos en conocer la historia de la relación de pareja, las cosas que les unieron, las expectativas y como fue evolucionando la comunicación a lo largo de los 20 años de relación (15 casados).
Iván valora muchísimo la comunicación con su pareja, el poder hablar de todo, de cualquier tema propio o externo como política, historia… Al principio de la relación dice que era muy fácil y agradable, incluso cuando no estaban de acuerdo. La cosa empieza a cambiar sutilmente cuando se casan. Según Iván la convivencia empieza a ser un tema prioritario para su pareja y las cosas más cotidianas empiezan a “obsesionarla”. Según él, está siempre más nerviosa, les habla más fuerte… La pérdida de “poder hablar de todo” le produce mucho dolor. Ahí entramos de lleno en el tema comunicativo y el concepto de “claridad”.
Empezamos por intentar “clarificar” las expectativas de Iván en cada escena concreta, así como sus emociones ante cada situación de comunicación. Reconoce que sus expectativas suelen ser “tener ese buen rollo siempre” pero actualmente con un alto grado de alerta (miedo) por que no sea así. Ahí sale el miedo como emoción de la que no era consciente (porque no tiene sentido tener miedo de mi pareja). Reconoce que es un miedo a los conflictos (“nunca me ha gustado discutir”) que ha ido aumentando a la par que sus discusiones con su pareja. Este estado de alerta tensiona todo el cuerpo y afecta directamente su dificultad respiratoria, con lo cual su salud va empeorando a medida que empeora su relación. En ese punto es capaz de expresar un gran enfado (rabia) hacia su pareja, a la que culpa de no entender su estado y de haberle llevado a los ataques de ansiedad.
Proponemos un ejercicio previo a comunicarse, en especial con su pareja, que consiste en intentar ser claro consigo mismo y determinar cuál es su estado de ánimo en el momento y cuales sus expectativas de lo que quiere comunicar. Por ejemplo: “si quiero comunicar una excursión con amigos intento hacerlo con un tono tranquilo y claro y no esperar ninguna reacción. Si se da una reacción no esperada o negativa voy a intentar aclarar qué ha interpretado ella intentando no enfadarme”.
El trabajo de clarificarse uno mismo antes para poder comunicar con la máxima claridad tiene que ir acompañado de clarificar todo lo que podamos la situación del otro, no para hacernos responsables de su respuesta sino para poder prepararnos y aceptar una respuesta no esperada. ¿No nos pasa que, a menudo, preguntamos esperando una única respuesta afirmativa?
Evolución
Nos cuenta que ha observado que cuando empieza una conversación enfadado, aunque intente usar palabras correctas y no mostrarlo, suelen acabar discutiendo… De alguna manera ella detecta esa contradicción. Si lo hace con temor a discutir se encuentra cambiando palabras y expresiones según la cara de ella durante la conversación y suelen acabar hablando de cosas que sólo le preocupan a ella, pero no de lo que él quería. En esas situaciones no discuten, pero él se queda frustrado.
Le proponemos buscar momentos de calma entre los dos para aclarar qué les lleva a discutir tan a menudo. Debemos cuidar que sean momentos donde estemos dispuestos a conservar la calma o reconocer que no estamos en disposición y posponerlos. Eso es “claridad”. Si encontramos esos momentos en que no nos sentimos enfadados ni con miedo será más fácil poder “poner sobre la mesa” o “aclarar” qué me enfada o temo y cómo podemos entendernos.
Para Iván fue un trabajo difícil porque llevaba mucho tiempo enfadado y, al principio, no veía posible encontrar momentos de calma. Empezando buscando momentos en que era capaz de mostrarse sin miedo y enfado, por ejemplo, hablar del hijo, eso les unía y solían estar de acuerdo. Ver que era posible volver a entenderse fue rebajando la tensión y facilitó clarificar y reconocer sus miedos ante la enfermedad de él, la preocupación económica…sus diferencias y que quizá se podían ayudar a que cada uno entendiera al otro. En realidad, esa claridad en la comunicación les ayudó a ver que los dos pretendían lo mismo, pero no sabían cómo hacer llegar el mensaje claro al otro.
Cuando vamos viendo lo que ganamos en las relaciones y en la salud siendo claros en la comunicación vamos siendo cada vez más capaces de expresarnos con claridad en cualquier situación sin preocuparnos por los demás; “si tienen alguna duda o he podido molestar ya me lo harán saber” Eso nos genera una tranquilidad y una paz que repercute directamente en nuestro estado de salud en general.
Dolors Pallarès ,Psicóloga clínica de “Integral. Medicina integrativa. Escuela de salud”