CUIDAR, CUIDARSE, DEJARSE CUIDAR
Hemos crecido en una sociedad en la que normalmente, y sin generalizar, hemos aprendido muy bien a cuidar del otro, dejando muchas veces nuestro autocuidado de lado. Incluso nos puede resultar complicado dejarnos cuidar, como si eso no fuera con nosotros, o sentir que si lo necesitáramos se viera como una debilidad, volviéndonos frágiles y vulnerables.
Nada más lejos de la realidad. Al dejarnos cuidar recuperamos nuestra capacidad de sentir y recordar lo agradable y nutritivo que es ser mimado y atendido y, en alguna medida, verse cubiertas algunas de nuestras necesidades, dando paso a una mejor calidad en nuestra labor de cuidadores y de personas.
Caso clínico
Laura tiene 60 años, de profesión secretaria, trabaja en un pequeño bufete de abogados, una empresa familiar, que le ha permitido ir adaptándose a los diferentes momentos que le ha presentado la vida. Siempre ha vivido con sus padres. Tiene un grupo de amigas con las que ha mantenido contacto. Tuvo un par de relaciones de pareja; una duró cinco años y la otra tres. La dedicación al trabajo y la atención a sus padres han sido siempre su prioridad.
Hace cinco años falleció su padre, entrando su madre en un profundo estado de tristeza. En un principio ella procuraba cubrir todas las necesidades de su madre, que poco a poco se fue volviendo más exigente y demandante, resultando mucho más complicado mantener su vida social y su buen ánimo hacia ella. Consultó con la médica de cabecera que conocía de siempre a sus padres y, tras valorar su estado, la puso en tratamiento. Como ella estaba fuera, la mayor parte del día acordó con su madre (muy a su pesar) contratar a una cuidadora que se encargaría de la comida y por la tarde saldrían a pasear. De esta manera cuando ella llegaba del trabajo su madre no estaba quejosa y al punto del llanto, haciéndola sentir una mala hija.
Estos sentimientos no la dejan vivir con naturalidad sus relaciones. Cuando vivía su padre, ella entraba y salía cuando quería sin dar cuentas; desde su fallecimiento cada vez sale menos y se da cuenta que se está haciendo mayor y está descuidando mucho su aspecto estos últimos años. En un mal momento me comenta, “siento la piel envejecida y sin vida, y me gustaría devolverle la luz y firmeza”.
Demanda
¿Qué puedes hacer? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué hacemos?
Estas son las preguntas que me plantea, ante lo que yo le pregunto si viene con disposición de trabajar juntas. Las preguntas así lo indican y pido confirmación de la disposición y las ganas de un trabajo en equipo, del que sacaremos mucho mejor resultado. Me confirma que hay disposición y me dice sonriendo “que espera no sean muy complicadas las propuestas”
Creando pautas
Repasamos hábitos de alimentación, de sueño, trabajo, relaciones, ejercicio… Hacemos una valoración y decidimos ir tocando los temas poco a poco, de una forma natural. Comenzaremos con los cuidados externos. El tema comida está bastante equilibrado por la atención que ha puesto para el cuidado de su madre. El sueño también lo cuida; siempre ha necesitado dormir sus siete u ocho horas para poder rendir con la exigencia de su trabajo, cosa de la que hablaremos más adelante. Por una cuestión más bien social, en el trabajo, y solo por la mañana, acostumbra a tomar un par de cafés. Me explica que es el momento de descanso y que no hay muchas más opciones. Aquí comentamos la posibilidad de que ella lleve algunas infusiones variadas. El estar tanto rato sentada, y los cafés, no le beneficia a la circulación cuyas molestias ya se hacen notar, sobre todo en primavera-verano.
Propuesta para el primer mes. A realizar en casa.
- Por las mañanas una pasada ligera del guante de crin por las piernas y a continuación un chorro de agua fría. Siguiendo el orden indicado: Tiempo: 4 minutos
Objetivo: fortalecer sistema circulatorio.
- Una vez por semana alternar peeling corporal y facial. Le indico como hacerlo sencillo y fácil en la misma ducha.
Elementos a emplear: aceite a su gusto (oliva, germen de trigo, almendras…) y sal marina fina.
Tiempo: corporal 5 minutos, facial 2 minutos.
Objetivo: limpiar células muertas y permitir una mejor respiración de la piel.
- Semanalmente, y en la zona que se haya hecho el peeling, dar un ligero masaje sobre la piel mojada con una mezcla de miel ligera y unas gotitas de aceite.
Tiempo: corporal 5 minutos, facial 3 minutos.
Objetivo: aportar luz y equilibrio a la piel.
Quedamos que lo irá incorporando sin que le cree estrés. Lo del agua encuentra que tiene un fin muy interesante, pero duda de su disciplina: el agua fría no le entusiasma.
En consulta
Para el trabajo que yo puedo hacer por ella le hablo del Masaje Facial Japonés (MFJ) o lifting natural, técnica muy efectiva para devolver la firmeza, retrasar el envejecimiento, nutrir la piel y liberarla de toxinas.
Al ser este un masaje en el que está muy presente el cuidado de los hombros, trapecios y cervicales, mejorará notablemente la circulación de la cabeza y la cara, reduciéndose la tensión muscular y contracturas creadas por la tensión y control en el trabajo, sumando también la contención que practica últimamente para no saltar a los comentarios de su madre.
Llegamos a la conclusión que necesita un espacio donde ir dejando las tensiones y al mismo tiempo cuidar su aspecto. Le parece adecuado y concretamos cuatro sesiones de MFJ, uno por semana.
Evolución
Ya desde la primera sesión me dijo que era como si le hubieran retirado algo de los ojos, como si todo tuviera más luz. Sentía el tejido más firme y algo en ella, que no sabía precisar, le daba fuerza.
Se empezaba a sentir mejor. Fue haciendo cambios a lo largo del mes: las infusiones, hizo alguna salida con las amigas, un cine… Su madre se estaba animando entre el tratamiento y los paseos. Salieron varios fines de semana a comer fuera (madre e hija) y pudieron hablar de temas que en lo cotidiano no encontraban el tiempo. Rieron y lloraron juntas, y me cuenta que se ha establecido una complicidad nueva que tiene ganas de profundizar.
Los cuidados en casa no los ha incorporado del todo, pero como ella dice “estoy en ello”. Le creo, pues el resultado suma y se nota. La piel está firme, el tono es más equilibrado y hay una luminosidad en su cara que transmite alegría.
Continuamos con una sesión quincenal, alternando el trabajo corporal con el facial, de manera que todo el cuerpo se sienta atendido y cuidado para poder devolver a la memoria de la piel las sensaciones positivas y nutritivas del tacto.
Un día, sobre el tercer mes, llegó muy contenta. Me explicó que le había hecho unos masajes de pies a su madre y que las dos habían disfrutado. Seguían saliendo conversaciones muy interesantes. Me dice que está volviendo a descubrir a su madre y la puede mirar con otros ojos. Se siente mucho más en paz y vuelve a ver la belleza en su piel, en su interior y en la vida.
ÁUREA GÓMEZ ERGÜÍN
Terapeuta manual, Esteticien, Sofróloga. Profesional de “Integral. Medicina Integrativa y Escuela de Salud”